Deseo del analista: ¿Un lugar, una posición, una función?

Verónica Villarreal

Intentaré hacer un recorrido para aproximarme a lo que pude cercar sobre el deseo del analista. Algo que se escabulle, que es en sí mismo no-todo. Sí podría decir que hay cimientos en la transmisión psicoanalítica que orienta sobre la posición ética conveniente para que un análisis sea posible.

Un recorrido lacaniano nos viabiliza quitar el costado subjetivo de la persona del analista, remitiéndolo al lugar que comanda como pequeño a, ¿objeto de deseo u objeto de desecho? Eso está por verse…

¿Qué partenaire conviene para ese parlêtre, le agregaría, en ese momento de la cura, para que advenga como efecto una respuesta distinta a ese trauma que lo convoca al encuentro con un analista?

El deseo del analista y la formación

Se puede dilucidar que cada analista, así como el sabio oriental, acompaña desde su rasgo, su estilo, a cada sujeto al saber que lo habita. El intérprete es siempre el que recibe el mensaje, el maestro zen no es el que da la respuesta, sino que ayuda a encontrar la respuesta según la singularidad de cada quién. El analista no opera con su subjetividad. Lacan diferenció el deseo del analista del deseo del sujeto del analista, de modo tal que no sea su fantasma y prejuicios los que hagan obstáculo en la orientación de la cura. Es por ello, que no es una práctica de la moral, sino una práctica ética.

Lacan en El Seminario 11 expone que el analista tiene que saber por dónde orientar la cura del paciente, es por ello, que su formación es fundamental, sosteniendo allí el deseo del analista.

El deseo del analista y la transferencia

El deseo del analista se sirve de la posición de objeto enigmático que toma en la transferencia, enigmático en tanto hace semblante de lo que más conviene para orientar la cura, para que surja como producto un significante S1 que representa al sujeto. Lugar de pequeño a que ocupa el analista posicionándose desde un discurso analítico.

En 1964, Lacan ubica la transferencia como un fenómeno que incluye el sujeto y el analista. Un fenómeno ligado al deseo, por tanto, el deseo del sujeto y del analista confluyen en algún punto, vía la transferencia. Un lugar donde haya un sujeto al que se le supone un saber, hay transferencia.

El deseo del analista no se puede estandarizar, está sostenido desde el modo singular de ubicarse en la transferencia y orientar las intervenciones de cada paciente; que este encuentre un saber hacer con el síntoma, otra respuesta singular de arreglárselas con lo traumático.

Una analogía entre el analista orientado desde el deseo del analista y el sabio oriental es que no se guían por un fin en sí mismo preestablecido, sino que, utilizando el potencial, el saber hacer con lo que hay de cada uno, surge como efecto una consecuencia necesaria, una nueva solución frente a lo real del goce. Encontrar un camino distinto del que venía programado. El análisis produce un analista como posición analítica en la vida, un modo de vivir la falta en ser practique éste o no el psicoanálisis.

Desde el seminario anteriormente mencionado, se podría situar un primer momento de la cura, donde el Otro me mira desde donde me gusta que me miren, identificación al objeto narcisista I(a); el deseo del analista tiene por función separar el objeto del ideal. De modo tal, no sostiene las identificaciones. Hacer de soporte al objeto a, para ir más allá de la identificación. Sabemos que en la transferencia se entra desde el lugar convocado de Sujeto supuesto Saber, el paciente que consulta supone un saber, el analista sabe de lo que me sucede, algo se va a develar ahí. Quedarse identificado a ese lugar engañoso es sostener el lugar de Ideal, que no hace más que coagular, y no producir saber, el saber inconsciente que el sujeto tiene sin saber. Una apuesta a creer en el inconsciente es conllevada desde el acto analítico, con las intervenciones que lo posibiliten. Un deseo que apunta a acceder algo de lo real por lo simbólico. Ir de lo sabido, a lo no sabido que sabe.

El deseo del analista en el propio análisis

Como venia ubicando, el deseo del analista colocado en separar el I de a, desmembrando como una capa de cebolla las identificaciones que vienen del Otro, esas que a veces aplastan al sujeto, esas que vía el análisis van a ir declinando como efecto; extrayendo el objeto a en su versión de goce más íntima del sujeto, a saber, su síntoma. Que advenga un nuevo arreglo ante lo real, ese objeto ya no como tapón a la castración, sino en tanto saber hacer allí con eso. Ese rasgo singular que va a dirimir y jugarse en la praxis como analista, en tanto semblante de objeto a. Si nos remitimos a la última enseñanza de Lacan, podríamos ubicar que eso ineliminable del sinthome jugándose en el estilo o rasgo de cada analista, es el costado impuro del deseo del analista.

Tenemos entonces el deseo del analista como elemento fundamental que transversalmente anuda los tres pilares: análisis personal del sujeto del analista, la formación, el control; vía la transferencia; añádase a esto también la transferencia de trabajo. Asimismo, se podría ubicar en el desarrollo de tal libro, cómo Lacan va enlazando el concepto del deseo del analista con los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis.

Ahora bien, si el deseo del analista no es sin el propio análisis, ¿qué presta la Escuela al deseo del analista?

BIBLIOGRAFIA

Lacan, J., (1964), El Seminario, libro 11Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 2010, p. 9-21, 241-244, 258-265, 271-284.

Lacan, J., (1958), “La dirección de la cura y los principios de su poder”, en Escritos 2, Buenos Aires, 2015, Siglo XXI, p. 561-563, 565, 567, 603-610.

Lacan, J., (1969-1970), El Seminario, libro 17El Reverso del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 45, 57, 69.