Migajas

María Basile

Vivir la Escuela, vivirla.

Esta es una invitación a escribir, a que no cese de escribirse lo que es efecto de lo que muchos veníamos deseando y poniendo al trabajo para llegar a este lugar, a la EOL Delegación Mendoza, encontrándonos con lo que, como Andrea Zelaya dijo en la Fundación el 13 de abril: “queremos lo que deseamos.” Abrirnos a las contingencias que esto significa, nos invita a producir algo de lo vital de la transmisión del psicoanálisis: en lo personal, un saber en curso.

Haciendo Escuela, no sin otros.

Trabajar juntos, dejarnos interrogar por un psicoanálisis anudado a la Escuela, que se basa sobre el discurso analítico, donde dispersos descabalados se enlazan mediante la transferencia de trabajo como lugar de causa, y de este modo la habitamos. Nos reunimos alrededor de una causa que es a la vez la misma para todos y la más singular para cada uno. La Escuela recluta, bajo su significante y una vez allí ella nos quiere desparejados, sueltos y dispares. “Es una formación colectiva que no pretende hacer desaparecer la soledad subjetiva sino que, al contrario, se funda sobre ella, la manifiesta, la revela”[1]

La disparidad

Como señala Miller, en su curso “El Banquete de los Analistas”, lo más apremiante es creerse pares, por lo que Lacan fuerza las cosas arriesgándose a reconocer una disparidad, “reconocer una profunda irregularidad”[2]. La intervención de Lacan apunta a desbaratar el entre nos y la impostura que lo acompaña.

Podemos ubicar este forzamiento como política de la Escuela. Se destaca en el texto que la cuestión fundamental de la política es la acción, que luego se distinguirá como acto analítico.

“Para actuar en política, confiar en la autonomía del propio pensamiento es tan necesario como rebajar el nivel de las identificaciones y conseguir que cada cual se remita a su propia opinión. Dicho de otra manera, no masificar las reacciones, no encantarse con la referencia a un jefe. Se trata, por el contrario, de hacer algo múltiple, articulado y discutido.” [3]

¿Hay casos en que otra razón lo lleva a usted a ser analista…?[4]

“El analista solamente se autoriza a sí mismo, lo cual parece querer decir: él se invita, yo me invito.”[5] Miller habla de una selección en primer lugar por el reconocimiento de los pares mencionando lo que Lacan llama AME (Analista miembro de la Escuela) al analista garantizado por sus pares. En la “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela” en relación a este primer principio, dice: “Esto no excluye que la Escuela garantice que un psicoanalista depende de su formación. Ella lo puede hacer por propia iniciativa. Y el analista puede querer esa garantía, lo que, en consecuencia, solo puede ir más allá: volverse responsable del progreso de la Escuela, volverse psicoanalista de su experiencia misma.”[6]

Más adelante menciona que Lacan intenta introducir otro principio de selección a partir de los resultados de un análisis, bajo el nombre de Pase, con la idea de que la transmutación subjetiva debía tener la posibilidad de hacerse reconocer. En este punto retomamos el hilo de lo dispar en el uno por uno al ubicar lo que cada AE (Analista de la Escuela) puede y va testimoniando. 

“Que el analista deba ser primero el analizado es, en el fondo, una de las reglas del banquete de los analistas.”[7] Se menciona que hay una carrera analítica, la que conduce de analizante a analista. Es primero su análisis: “Es sobre el fondo de un fracaso que el análisis, que esta carrera es la más convincente”[8]. Carrera que cada uno corre a su modo, pero sin la cual, sin estar analizados, no sería posible sostener la paradoja al comienzo dicha (Escuela como suma de soledades, uno por uno, y formación colectiva), y poder desarmar las identificaciones imaginarias en la estructura del grupo.

En un tercer punto, destaca la noción de que en el psicoanálisis no es posible escapar a la contingencia: la selección en relación a criterios éticos supone una asunción de la contingencia.

Sin embargo, en su seminario “El lugar y el lazo” Miller subraya que la cuestión es saber si el psicoanalista respeta el psicoanálisis: “El paciente no es el único compañero del analista. Debe existir también el partenaire-psicoanálisis. (…) es preciso que el psicoanálisis exista; si no, no se puede hacer psicoanálisis. Esta es otra forma de decir que el lugar y el lazo analítico depende del lado del analista con el psicoanálisis.”[9]

Este último punto lo asocio con el apartado 5 de la nota adjunta del “Acto de Fundación”, “Del compromiso en la Escuela”[10] donde menciona dos accesos para comprometerse en la Escuela: el cartel, órgano base de la Escuela; y el pase.

La fundación de la EOL Delegación Mendoza pone en acto que el psicoanálisis existe. Queda en nuestra participación, la responsabilidad, asumir el riesgo de mantenerlo vivo, autorizándose y no “auto-ri(tuali)zándose”[11].


[1] Miller, J.A. “Teoría de Turín acerca del sujeto de la Escuela”, Revista Consecuencias, Nº21, noviembre 2018.

[2] Miller, J.A. (1989-90) El banquete de los analistas, Buenos Aires, Paidós, 2011, p. 21

[3] Miller, J.A. “Conferencia en Madrid”, Lacan Quotidien Nº700, mayo2017.

[4] Lacan, J. (1964), “Prefacio a la edición inglesa del Seminario 11”, Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2016

[5] Miller, J.A. (1989-90) El banquete de los analistas, Buenos Aires, Paidós, 2011, p. 20

[6] Lacan, J. (1976) “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2016, p. 261.

[7] Miller, J.A. (1989-90) El banquete de los analistas, Buenos Aires, Paidós, 2011, p. 28

[8] Ídem, p.30

[9] Miller, J.A. (2000) El lugar y el lazo, Buenos. Aires, Paidós, 2020. p. 16-7

[10] Lacan, J. (1964) “Acto de fundación”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2016, p. 253-254

[11] Lacan, J. (1973) “Nota Italiana”, Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2016, p.328.