El malestar … en la Escuela

Publicado por Gustavo Saraceno en

Pamela De Lucía

Buenas noches, primero que nada, quiero agradecer por la invitación a participar desde este lugar a las Noches de Escuela, y a todos los que hoy están escuchando y con quienes espero se establezca una conversación.

Quiero empezar este trabajo por las resonancias que ha tenido en mi la Escuela. En primer lugar, con el anuncio y la fundación fue una profunda alegría y entusiasmo, que rápidamente dio lugar a un, ¡Si quiero! Respuesta que sin dudar me representaba, pero que también obturaba preguntas que quería transitar antes de concluir.  Comencé a preguntarme por mi lugar en la Escuela, miembro no miembro, participante no participante, adentro, afuera. Y con las preguntas siempre surge algo, un malestar, algo que inquieta, algo que divide y también algo que moviliza.  Ante esa inquietud fue tomando forma una respuesta, estando en las Noches de Escuela, buscando cartelizar y fundamentalmente conversando con otros.

Frente a la invitación a escribir para conversar esta noche con ustedes, nuevamente la división subjetiva, por un lado, la alegría y el entusiasmo y, por otro lado, en ¡¿qué me metí?! Descubrí un efecto de la Escuela, “me metí”, ante lo cual me surge una nueva pregunta ¿Cómo quiero estar, ¿cómo sostener un decir propio que no sea en una lengua privada? ¿qué puedo decir? Me doy cuenta de que algo nuevo acontece en mí. Ya no podía volver a leer El malestar en la cultura [1] de Freud, como en varias ocasiones había hecho, esta vez además de leerlo, hecho que siempre implica algo de lo solitario aun cuando antes lo había leído con otros; necesitaba poder conversar con otros. Y así fue que ante un sí entusiasta de mis colegas residentes del Hospital El Sauce, armamos un espacio para la conversación del malestar… en el hospital. A todos ellos también les agradezco por la resonancia corporal y conceptual que algunas intervenciones me han generado.

En relación al tema propuesto para esta noche, lo primero que hice fue una lista rápida de los malestares en la cultura hoy, de los síntomas actuales, de las formas actuales de los síntomas, para pasar luego a una pregunta que me implicaba, ¿Cuáles eran los malestares de los lugares que habito? Desde ahí inicio el recorrido de lecturas y preguntas que hoy voy a compartir con ustedes, con el esfuerzo de intentar ser lo más clara posible, y que el bien decir esté de mi lado, por un rato, ya que estoy advertida de que de este lado se está desde el lugar de analizante, de sujeto dividido, único lugar desde el que se puede trabajar y producir.

Y como decía Daniel Millas en la última Noche de Escuela en relación a la conversación, conversar es ese encuentro entre el decir subjetivo, propio y la resonancia de lo dicho por el otro.[2]

El malestar en la cultura y en nuestra historia

Para Freud la cultura es el intento de unir libidinalmente a la mayor cantidad de personas posible, mediante producciones e instituciones que sirven a dos fines: proteger al hombre contra la Naturaleza y regular las relaciones de los hombres entre sí; para lo cual se solicita la renuncia de las pulsiones agresivas, por lo que la cultura trae intrínsecamente incluido el malestar.  

Malestar que se reproduce en cada institución, la IPA no fue excepción. Gerardo Arenas escribe en su libro Sobre la tumba de Freud, que Freud crea una paradoja lo que implica la formación de los analistas y el método psicoanalítico. [3]

Lacan equipara la estructura de la IPA con la del ejército y la iglesia en la que “el yo de cada individuo se identifica con una misma imagen ideal cuyo espejismo soporta la personalidad del jefe”[4]. Este modelo aplasta la relación entre el hombre y la palabra, reproduciendo la tradición y la disciplina. Institución que empuja a la masificación, donde la singularidad de cada sujeto se tiene que derogar a partir de la identificación a su analista, punto suficiente para poder pertenecer al grupo, en base a las identificaciones imaginarias que dan lugar a la infatuación y que funcionan como garantía suficiente del “ser analista”.Con un » yo tu analista garantizo que tú te has analizado»[5], vualá! Tenemos un psicoanalista.

El malestar en la Escuela

Miller en su libro El banquete de los analistas, considera que podría haber puesto otro nombre a su libro, y en lugar de “El banque de los analistas”, haberlo llamado el “banquete-síntoma”[6], dando cuenta que no es forzosamente armónico, ya que en el banquete cada uno asiste a exponer su verdad, pero para ello es necesario consentir a la experiencia que lo alimenta, la experiencia de la asociación libre. La Escuela opera como “refugio incluso base(s) de operación contra lo que ya podría llamarse el malestar en la civilización.”[7]

“… El analista tiene rasgos de inadaptado social. Por eso, también, los grupos de analistas posee, en ciertos aspectos, una función de refugio, de mediación con la realidad y al mismo tiempo de pantalla.”[8]

Desde un lugar “mullidito” y entre pares, nos podemos refugiar del malestar; todos juntos hablando el mismo idioma en nuestro “gueto”, con nuestra homilía. Lo que acarrea dos consecuencias: La impostura por un lado y el aplastamiento por el otro.

Si es necesario haber experimentado la experiencia del psicoanálisis para poder hablar de ello, y solo así se puede transmitir, ello obliga a apelotonarse entre sí, como si existiera una sociedad de amigos del inconsciente; mientras que los de afuera quedan cada vez más afuera sin poder acceder; los analistas pierden lo éxtimo a sí mismos; dando lugar a la impostura donde nadie es objeto de debate, ubicándose cada vez más cerca de un colegio.

La segunda consecuencia en palabras de Miller: “Suele provenir de una sensación de aplastamiento por el saber acumulado, la impresión de que ya se dijo todo, la dificultad propia de la elaboración en este campo. También puede originarse en la percepción de una falta de reconocimiento de este saber por parte del entorno o incluso en la sensación de que las cosas (el psicoanálisis) durarán para siempre.”[9]

La solución Escuela

Perturbar los fenómenos de grupo demanda el esfuerzo de una innovación permanente, y los dispositivos del pase y el cartel buscarán no dejarse caer en la masificación. Sube Gerardo Arenas que “siempre habrá aspiración por el grupo, y llamarnos lacanianos nunca bastará para impedir que nuestras Escuelas terminen convertidas en una réplica de la Samcda Iglesia… ser lacanianos puede hacer que no dejemos aspirar por la aspiración de la Escuela misma. Mientras haya deseo del analista, la Escuela será posible. Si ese deseo sucumbe aplastado por los efectos de grupo, la Escuela no tendrá otra opción que la de disolverse para volver a renacer.” [10]

Incluir a los no analistas implica poder hacer una transmisión del psicoanálisis, poder transmitir un saber a aquellos no tienen la experiencia del psicoanálisis, no realizar una homilía para los analistas; y fundamentalmente no ser segregativos.

“El problema al que la Escuela ofrece una respuesta consiste en definir un grupo como un grupo no grupo, un lazo social no grupal, si es posible, sin obscenidad imaginaria, lo que asegura las condiciones de la transmisión del psicoanálisis.”[11]. La Escuela en su espíritu busca “imponer otra topología, en la cual el afuera pase adentro” dice Miller.[12]  

Apreciaciones finales

Entendiendo que el malestar en la cultura es una realidad constitutiva, de la cual no solo no podemos escapar, sino que nos determina y hay qué ver cómo operar con ella. En lo singular cada uno verá, sesión a sesión, entre invenciones y reiteraciones cómo arreglárselas.

En cuanto a la Escuela, cito a Miller “A cada uno le toca, si quiere, si puede, estar igualmente solo en su relación con la causa analítica”[13].

Pero como Escuela, además de estar advertidos del malestar y de contar con los dispositivos y con la causa analítica como motor me pregunto, y con estas preguntas concluyo mi escrito porque hasta acá llegué sola con los libros, hasta acá lo que entendí y quiero ahora poder conversar con ustedes:

A partir de lo que se conversó con Daniel Millas[14], acerca de que para poder “soportar” la experiencia escuela y la conversación que aquí se espera que acontezca es necesario haber estado en el lugar de analizante, ¿cómo dar lugar al afuera, a lo éxtimo, a los “no analizantes” en la Escuela? ¿Cómo poder establecer un diálogo con aquellos otros discursos, o colegas que no son amigos de inconsciente, que no han tenido cita con un analista, o que no han experimentado (de forma consciente) la división subjetiva, la asociación libre; aquellos que no consiente a la existencia del inconsciente?

¿Cómo enlazarse, cómo transmitir a otros, cómo insertarse en espacios compartidos por otros discursos, sin perder especificidad, rigor conceptual, pero a la vez abriendo un dialogo e intercambio con “esos otros”?

¿Cómo no quedar solos en nuestro gueto, con nuestras homilías?


[1] Freud, S. (1927-1931). “El malestar en la cultura”, en Obras Completas.  Vol.21. Bs. As. Amorrortu. 2011.

[2] Noches de Escuela, 2 de septiembre del 2022, EOL Delegación Mendoza

[3] Arenas, G. Sobre la tumba de Freud, Buenos Aires, Grama: 2015

[4] Ídem, pág. 34)

[5] Ídem, pág. 36

[6] Miller, J. A. El banque de los analistas, Buenos Aires, Paidós: 2018, pág. 15

[7] Lacan, J. (1964). “Acta de fundación”. Otros escritos.  Bs. As. Paidós.  2012, pág. 256

[8] Miller, J. A. El banque de los analistas, Buenos Aires, Paidós: 2018, pág. 35

[9] Ídem, pág. 296

[10] Arenas, G. Sobre la tumba de Freud, Buenos Aires, Grama: 2015, pág. 80-81

[11] Miller, J. A. El banque de los analistas, Buenos Aires, Paidós: 2018, pág. 263

[12] Ídem, pág. 41

[13] Ídem, pág. 10

[14] Noches de Escuela, 2 de septiembre de 2022, EOL Delegación Mendoza