La soledad como partenaire
Virginia Dell´Innocenti
Escuela refugio
La pregunta que hoy nos convoca, premisa bajo la cual me invitaron a investigar es: “La Escuela ¿es un tratamiento de la soledad del analista?”. Debo reconocer que mi primer impulso fue responder que sí, que la Escuela trata de algún modo la soledad del analista. Al principio de este recorrido dije: “Ese es el sentimiento que debemos tener varios ante cada control, cada grupo de estudios, con cada noche de Escuela o reunión de cártel… Es lo que sentí cuando fundamos nuestra naciente EOL Delegación Mendoza”. Como si fuera, disculpen la simpleza del enunciado, un “deseo común” que nos reúne…pero no, creo que eso es otra cosa muy distinta del tratamiento de la soledad del analista.
Creo que todo eso que menciono es parte de la vida libidinal de la Escuela y, evidentemente, de la vida libidinal de cada uno de los que nos encontramos hoy aquí. Vida libidinal que disfrutamos y que, sin duda, es parte de lo que mantiene viva la Escuela. En el Preámbulo del Acto de Fundación, escrito en el ´71, Lacan ubica que el término Escuela debe ser entendido del mismo modo en que en la Antigüedad se concebían ciertos lugares de refugio frente al malestar en la cultura, es decir, frente al Otro social. De modo que no tiene nada que ver con un refugio frente al acto o la causa analítica y la soledad que conllevan. Lo que he podido entender en este recorrido, es que esta soledad no debe ser tratada, sino, por el contrario, sostenida.
Una soledad necesaria…
La frase inaugural del Acto de Fundación: “fundo –tan solo como siempre lo estuve en mi relación con la causa psicoanalítica–….[1]”, deja claro que, si bien Lacan buscaba que otros se sumaran y lo acompañaran, hay algo irreductible en la soledad que acompaña la relación de Lacan, y de cada analista, con la causa analítica. En este punto se plantea como una soledad necesaria.
Sobre este punto hay una indicación muy clara de Miller en la Teoría de Turín. Miller ubica que Lacan, en su Acto de Fundación, lo primero que hace es nombrar y ubicar en el centro de la escena la soledad del sujeto, de él mismo, en relación a la causa analítica como una causa a defender y promover; no se propone él mismo como un ideal, sino que ubica la causa analítica como el ideal alrededor del cual reunirse. Lo que manda es la causa. El ideal es necesario para que exista la comunidad de la Escuela. Miller dice “No hay el cero del Ideal, pero está esto, que Lacan reenvía a cada uno a su propia soledad de sujeto, a la relación que cada uno mantiene con el significante amo del Ideal bajo el que se sitúa[2]”. Es decir, que en el momento mismo en que reúne a los demás y arma una comunidad analítica, pone en primer plano la soledad subjetiva, a la cual, la Escuela, no pretende hacer desaparecer o tratar, sino que, por el contrario, se funda sobre ella y la revela.
La pregunta que esto implica es, justamente, cómo sostener una comunidad que se reúne alrededor de un mismo ideal, pero que, en realidad, éste último no es más que algo singular para cada sujeto, y experimentado a nivel de su soledad subjetiva. Es definitivamente complejo.
La imposibilidad de tratar esta soledad, o mejor dicho, la necesidad, desde un punto de vista estructural y ético, de la soledad del analista en relación a la causa analítica, puede pensarse vinculada a lo que Miller plantea en El banquete de los analistas como un vacío de intensión en relación al concepto de analista. La Escuela de Lacan se encuentra fundada sobre la no identidad del analista[3], sobre el hecho de que no hay el significante del analista.
Siguiendo a Miller en El banquete de los analistas, la anécdota de la fundación nos sirve siempre y cuando nos oriente desde un punto de vista estructural, es decir, si nos permite plantearnos en qué medida la Escuela responde “a una necesidad de estructura[4]”. Para ello, Miller ubica que los dos tiempos de la creación de la Escuela fueron necesarios así desagregados. Es decir, primero, a partir del Acto de Fundación de 1964, la fundación de la Escuela en sí misma, pensada para un trabajo y poblada de trabajadores. Y luego, en 1967, cuando la Escuela ya se encontraba poblada, con la Proposición del 9 de octubre sobre el psicoanalista de la Escuela, se comenzó a desplegar la pregunta por el psicoanalista adecuado para esta de Escuela de trabajadores decididos. Y esta pregunta, es la pregunta que debe desplegar cada uno sobre su relación con la causa y con la Escuela.
Una soledad necesaria… para que una pregunta funcione como brújula
Es en la medida en que la pregunta “¿qué es el analista?” no puede ser respondida más que uno por uno, que se desprende la importancia del AE y del pase como dispositivo de investigación sobre lo que es un analista. La pregunta, desde el punto de vista del funcionamiento de los discursos, es cómo se pasa del producto del trabajo del inconsciente, es decir, el “a” como resto en el discurso del inconsciente, a ser agente del discurso analítico. Cómo servirse de eso para encarnar el lugar de “a” como agente. Este pasaje, de un analizante a un analista, no puede hacerse más que recorriendo el propio análisis.
En palabras de Miller, este corrido implicará que “cada uno mida la diferencia entre la causa particular del propio deseo y la causa freudiana como significante ideal”[5] y más adelante dice “subjetivar la Escuela significa para cada uno: ser miembro de la Escuela en la soledad de la propia relación con la Escuela”[6]. En el texto El concepto de Escuela, ubica que “se plantea la paradoja de tener que pensar y practicar una Escuela como lugar de una ignorancia que condiciona una auténtica búsqueda”[7].
Soledad y acto
La soledad no sólo tiene que ver con lo singular del recorrido de un analista, que busca poder decir de algo de cómo él se las arregló con el goce, y de cómo pudo autorizarse en su deseo de analista.
La soledad también viene a cumplir una función en la práctica de cada analista. Lacan lo dice en el Discurso en la Escuela Freudiana de París, a fines del año 67, luego de las consecuencias que tuvo su Proposición del 9 de octubre…. Haciendo una distinción entre el “estar solo” y “ser el único”, ubica que el “estar solo” es, para cada analista, “el paso con el cual entra en oficio cada mañana…” y luego, ubicando justamente que su soledad es aquella a la que él renunciaba con su acto de fundación de la Escuela, se pregunta “¿qué tiene que ver ella (su soledad) con aquella en la que se sostiene el acto psicoanalítico, sino el poder disponer de su relación con este acto?”[8]. Es decir, que la soledad habilita el acto analítico.
Miquel Bassols, en un texto llamado Soledades[9], señala que el analista debe poder disponer de una relación con este “a solas”, ya que en él se sostiene el acto, y que el sujeto en su análisis debe encontrar un lugar donde alojar esta soledad. O sea que tendrá relación con el modo en que cada analista se las arregla para generar un vacío que permita alojar algo de la singularidad de cada analizante. Es algo que se pone a funcionar y que debe mantenerse como una posición de la práctica. Nadie acompaña al analista cuando lleva adelante un acto, es en el acto, más que en ningún otro lugar, donde el analista no se autoriza sino a sí mismo, es decir, no se autoriza en el Otro.
Esto tiene relación, por supuesto, con la naturaleza del acto en sí mismo. Si bien lo que diferencia una acción de un acto son las coordenadas simbólicas de este último, es necesario entender que estas coordenadas son necesarias para ir más allá de ellas. Hay que ubicar al Otro, justamente, para ir más allá de él. No voy a precisar mucho más en relación al acto, pero creo que vale la pena señalar algo que Graciela Brodsky ubica con toda claridad en su libro sobre el El acto analítico.[10] Ella señala que, en el caso del acto, hay una doble sorpresa ya que el acto no sólo es sin Otro, sino también sin sujeto, que eso es lo que define el acto como analítico.
Ella en su libro toma dos perspectivas que nos interesan en términos del acto y la soledad del analista. Por un lado, la que mencioné anteriormente, del acto del analista en una sesión, y por otro, la perspectiva del acto ligada al momento en que un analizante dice “soy analista”, a ese momento de autorización que no tendrá nada que ver con los títulos sino con un momento, un acto, un cambio de posición que habilita el propio análisis.
Para concluir, es importante que un analista, en la Escuela, pueda sostener la pregunta sobre su vínculo con la causa analítica y con la Escuela misma. Pudiendo mantenerse a distancia de la búsqueda de reconocimiento, de tener que “ser como otros”, sabiendo reconocer y sortear los efectos de grupo, y pudiendo de a poco ubicar algo de un rasgo, algo de un estilo propio. Creo que en este punto podría pensarse la soledad como una posición ética del analista, como un partenaire necesario. En el Concepto de Escuela, Miller señala que hay que ir en contra de la identificación, y dice, y con esto termino, “la Escuela no es un lugar para semejantes, sino para extranjeros”[11].
[1] Lacan, J. [1964] (2014). “Acto de fundación”. En Otros escritos. Buenos Aires, Paidós, 247.
[2] Miller, J-A. (2018). “Teoría de Turín acerca del sujeto de la Escuela”. En Consecuencias. Revista digital de psicoanálisis, arte y pensamiento N° 21. Publicación del Instituto Clínico de Buenos Aires.
[3] Miller, J-A. (1991). “El concepto de escuela”. Conferencia publicada en https://www.wapol.org/.
[4] Miller, J-A [1989-1990] (2011). El banquete de los analistas. Buenos Aires, Paidós, 214.
[5] Miller, J-A. (2018). “Teoría de Turín acerca del sujeto de la Escuela”. En Consecuencias. Revista digital de psicoanálisis, arte y pensamiento N° 21. Publicación del Instituto Clínico de Buenos Aires.
[6] Idem.
[7] Miller, J-A. (1991). “El concepto de escuela”. Conferencia publicada en https://www.wapol.org/.
[8] Lacan, J. [1967] (2014). “Discurso en la Escuela Freudiana de París”. En Otros escritos. Buenos Aires, Paidós, 280-281.
[9] Bassols, M. “Soledades”. En Revista El Psicoanálisis. La soledad del analista. La práctica analítica. Número 17. Publicación de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis.
[10] Brodsky, G. [2000] (2019). Fundamentos. El acto analítico. Buenos Aires, Instituto Clínico de Buenos Aires.
[11] Miller, J-A. (1991). “El concepto de escuela”. Conferencia publicada en https://www.wapol.org/.